Montoneros

Montoneros en Argentina en Argentina

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Hubo cambios políticos importantes en la Argentina a partir de la década del ochenta, y hoy la violencia política carece de la legitimidad que antaño tenía para importantes sectores de la sociedad. Sin embargo, el modelo económico y la falta de compromiso social de algunos gobiernos elegidos bajo la democracia traen como consecuencia la vigencia de una tradición vibrante de protesta social que todavía entusiasma a muchos militantes nacionalistas y de izquierda. Entre ellos, se destaca el fenómeno de los «piqueteros», grupo de desocupados y a la vez movimiento social que despertó el apoyo de núcleos radicales y llegó a tener fuerte impacto, sobre todo en diciembre de 2001, convirtiéndose en un factor de importancia en la elección de Néstor Kirchner como presidente de la República.

Lo interesante no es tanto la continuidad individual de supervivientes montoneros en otras organizaciones políticas o en movimientos sociales, sino la influencia política de los Montoneros como modelo de cierto tipo de insurgencia, modelo que finalmente fracasó, pero que sin embargo sigue ofreciendo a los activistas políticos de perfil parecido, en la Argentina y en otros países, ciertas lecciones de cómo actuar y cómo no actuar en situaciones comparables (y también hasta cierto punto en situaciones diferentes, dada la posibilidad de extraer elementos de la estrategia para el uso táctico o para adaptarse a otras condiciones). En concreto, los que intentaron promover a los piqueteros como movimiento social buscaban una forma de acción sociopolitica extraparlamentaria que evitaría el rechazo social que encontraron los Montoneros en su fase final y que a la vez fuera más difícil de reprimir por parte del Estado.

Los lazos que vincularon a los piqueteros con los Montoneros existían a nivel estratégico en el sentido de que, mientras la guerrilla urbana dirigida hacia formas de guerra popular fue rechazada, los piqueteros mantenían el énfasis en la acción directa, no excluyeron la violencia —siempre que fuera «de masas»— y se apropiaron de algunos métodos guerrilleros a nivel táctico.

No voy a intentar evaluar globalmente el fenómeno piquetero. Mi argumento es que éstos fueron conscientes de la experiencia montonera cuando planteaban su propia estrategia. Esencialmente, buscaron una forma de acción directa que fuese más difícil de combatir policial o militarmente, y que complicaría la justificación de la represión. Los militantes piqueteros habitualmente no llevaban armas, e incluso cuando emplearon armas improvisadas o caseras, dificultaron más (en comparación con los «operativos» guerrilleros del pasado) la aplicación de medidas represivas por parte de las autoridades y las fuerzas del orden. Mientras recurrieron a los métodos violentos, aprendieron de la experiencia de la guerrilla urbana la importancia de evitar víctimas mortales, seleccionando como blancos diversas propiedades, sobre todo las sedes de las grandes empresas multinacionales y las instituciones del Estado.

Además, en contraste con las iniciativas elitistas de la guerrilla urbana, los piqueteros optaron por la acción colectiva, buscando mantener su propia seguridad en la masificación de la lucha, para evitar así aislarse como los insurgentes del pasado. Finalmente, rechazaron el «aparatismo» de los Montoneros, organización siempre dirigida por una comandancia suprema formada por líderes guerrilleros, que controlaba toda una serie de aparatos de apoyo e infraestructura.

En vez de constituirse burocráticamente, los piqueteros utilizaron las asambleas de vecinos para debatir las iniciativas tendientes a la acción, una forma de tomar decisiones que a la vez hizo difícil a las autoridades distinguir entre los dirigentes y la base. Seguramente, fue una forma de actuar más vulnerable a la infiltración, pero con menos consecuencias para la supervivencia del movimiento que en el caso de las estructuras burocrático-militares de los Montoneros.

Fue así como los piqueteros adoptaron elementos de la estrategia inicial montonera y, más importante aún, aprendieron de los «errores» cometidos por los aspirantes a «soldados de Perón». Quizás encontraron algunos obstáculos parecidos: a pesar de practicar cierta discriminación en el enfoque de su actividad violenta, los dos movimientos vieron difícil limitarse a los blancos elegidos en un principio.

Los piqueteros perdieron la simpatía de muchos ciudadanos por destrozar coches particulares durante las batallas callejeras. El drama de la acción directa tenía su atractivo, pero sólo durante un tiempo, y luego empezó a ser percibido más bien como una molestia que complicaba la vida diaria.

A fin de cuentas, los dos movimientos tenían más impacto como fuerzas de resistencia o de protesta que en el
cumplimiento de sus objetivos políticos y sociales. Sin embargo, su experiencia como fuente de lecciones para cualquier persona interesada en el cambio político y social sigue siendo relevante en la Argentina, dado el número de personas desencantadas con el statu quo contemporáneo.

Los Montoneros y otras organizaciones comparables, a pesar de su derrota histórica, quedan como un punto de referencia, y eso se debe fundamentalmente a que representaban un enfoque estratégico determinado.
El pragmatismo político de los Montoneros —al decidir definirse como peronista, al actuar dentro del movimiento peronista y al intentar hacer política en combinación con la actividad armada— no debería ocultar el hecho de que por lo general la actividad de la organización era informada a través de una estrategia muy pensada y difundida por medio de comunicados y entrevistas concedidos por los comandantes guerrilleros. (…)

A largo plazo la estrategia montonera exhibió evidentes defectos y contradicciones, sobre todo cuando sus miembros se inspiraron demasiado en la experiencia de las revoluciones en otras partes del mundo (sobre todo China, con su Interpretación maoista), y se acentuó excesivamente el militarismo. Pero, a pesar de su fracaso y los grandes costos en sufrimiento humano que traía, el caso de los Montoneros mantiene un lugar destacado en la historia de la insurgencia, por ser el ejemplo de guerrilla urbana que más éxito relativo ha tenido a nivel mundial.

Por eso, el tema de los Montoneros no es relevante solamente para los argentinos que quieren aprender de su
propia historia, sino para un público internacional. Se quiera o no, los Montoneros y otras formaciones guerrilleras volvieron a la Argentina «relevante» como laboratorio para el estudio de la insurgencia. No es un logro para ostentar ni un modelo para adoptar como ideal. Pero sí, la historia de los Montoneros significa un episodio de conflicto que, más allá de la tragedia y el dolor, es muy rico en lecciones políticas. Son lecciones discutibles, sin duda, y la única forma de clarificar las cuestiones controvertidas es entablando el debate de una manera seria y racional, con la ayuda de una literatura creciente sobre ciencia social e historia. Las condenas morales de la violencia mantienen su vigencia, pero no pueden sustituir al análisis histórico que busca entender lo ocurrido.

Autor: RICHARD GILLESPIE

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